El 20 de Enero de este año, se han cumplido dos décadas de la muerte de una de las actrices con más ángel que dio el cine de la época dorada.
Ella tuvo su espacio en un mundo de mujeres explosivas y rotundas: rubias platino exuberantes, y morenas voluptuosas de mirada embrujadora; Audrey, que era una mujer alta, espigada y delgada hasta lo preocupante, se hizo un hueco irreemplazable con su estilo, su clase, su alegre mirada de niña inocente que cautivó a todos, y un talento pocas veces visto en ese Hollywood acostumbrado a crear estrellas femeninas con forma de cuerpos deseables, y roles establecidos.
Audrey entró en la espiral del estrellato rompiendo moldes, y ofreció un nuevo tipo de mujer delicada y bonita, por la que era imposible no sentir cariño.
Audrey entró en la espiral del estrellato rompiendo moldes, y ofreció un nuevo tipo de mujer delicada y bonita, por la que era imposible no sentir cariño.
Esa luz que brilló en Audrey nunca se extinguió, pues tantos años después de su muerte, sigue siendo fuente de inspiración para miles de personas y sus películas referentes de toda una maravillosa época.
No habrá otra como ella por mucho que se empeñen. Cuando Audrey llegó a la Meca del cine, sabía lo que era sufrir, porque padeció una guerra, y con ella comprobó que el ser humano puede ser abyecto e inmoral, pero que también puede ser humanitario y bueno, y todas estas circunstancias la hicieron fuerte, aún siendo su apariencia débil y delicada : para ella, enfrentarse a un mundo práctico y de apariencias como el del cine, fue realmente muy sencillo.
Con esta personalidad de mujer bondadosa pero firme en sus ideas, arrasó en una industria poco acostumbrada a mujeres fuertes e imbatibles: la Meca del cine le abrió las puertas ,y la convirtió en la princesa más entrañable e inolvidable que diera el cine americano.
Nadie jamás se pronunció sobre ella de manera despectiva, y logró conseguir la admiración y el respeto de todo el que trabajó a su lado; ni siquiera en su vida personal sufrió desdén alguno, pues a su muerte todos los que compartieron con ella alguna etapa de su vida lloraron su ausencia.
Audrey fue uno de los rostros más representativos del cine de los años cincuenta, y en este ambiente pudo disfrutar de los lujos más exquisitos; pero este ambiente frívolo, no fue impedimento para que unos años después se viera de nuevo cara a cara con la miseria, con niños de miradas perdidas, con rostros que reflejaban la misma hambruna que ella tantos años antes había padecido ; y fue aquí, en este contexto duro, de muertes anunciadas e injustas, dónde Audrey encontró el sentido de la vida, y se dedicó por completo a aliviar, dentro de sus posibilidades, el padecimiento humano.
Hasta siempre querida Audrey, nosotros te volveremos a ver una y otra vez en esas mágicas e inolvidables interpretaciones que nos regalaste, y estoy segura de que tu, allá dónde estés, puedes ver y sentir el orgullo, puedes percibir el cariño y la admiración con los que hoy en día, tantos años después de que nos hayas dejado, se pronuncia tu nombre.